Demostraron que para ganar no hace falta ser el más fuerte ni el más rápido… solo hace falta menos sentido del ridículo y más paciencia que tus oponentes. Mientras ellos luchaban por respirar, ustedes estaban ahí, firmes, como quien ve un lunes sin café: derrotados, pero nunca rendidos.
Eso sí, el trofeo no quita el dolor de piernas que sentirán mañana, ni la vergüenza de ese remate que terminó en la red… o en la grada. ¡A disfrutar la gloria antes de que la realidad (y el fisio) los alcance! Bravo, máquinas.”
